Víctima de abuso sexual: “Pensar que le podía llegar a pasar a otra chica fue lo que me impulsó a denunciarlo”

Candelaria es hoy madre de dos hijas y está casada con el novio que la acompañó al hospital luego de que, hace siete años, un taxista abusara de ella e intentara violarla. El relato de esa noche fatídica, el costo psicológico y físico de atravesar el dolor y de llevar el caso a la Justicia

Candelaria vivió el horror en primera persona. Una noche, hace siete años, se subió a un taxi para ir a su casa, y lo que pasó después le dejó una marca imposible de borrar. En diálogo con Infobae, cuenta su historia y cómo logró transformar el peor de sus recuerdos para salir adelante: un relato a corazón abierto sobre las culpas, el amor propio y la tenacidad para buscar justicia.

“Creo que cuando te pasa algo así, uno lo trabaja toda la vida, pero hoy tengo una familia, soy mamá de dos hijas, y siento que tengo otras herramientas para manejar lo que me pasó”, dice. Sabe que convive con heridas abiertas, pero aprendió a sanar de adentro hacia afuera.

Desde que compartió un video en Instagram, donde relató lo que vivió, recibió cientos de comentarios de otras mujeres, víctimas de abuso sexual, que encontraron empatía, se sintieron identificadas y acompañadas.

“Nunca tuve problema en hablar del tema, no me da vergüenza; decidí exponerlo en las redes porque sentí que podía llegar a otra gente y me parecía importante hablarlo; porque estas cosas pasan, uno cree que no, que es algo más del pasado que le pasa a otra gente, pero pasan”, expresa. Por momentos lucha con preguntas sin respuesta. El shock fue tan grande que casi no pudo reaccionar. Entender que no fue responsable fue un proceso tan o más largo que el que avanzaba en paralelo en la Justicia.

“Sé que son cosas diferentes, pero mi sensación, lo que yo sufrí, más allá de un abuso, fue una violación”, sentencia con firmeza. “No hubo penetración porque me resistí, pero lo tuve al tipo totalmente desnudo, arriba de mi cuerpo, forcejeando, intentando penetrarme”, revela con absoluta transparencia. El hombre que la agredió se declaró culpable y fue condenado, pero antes de ese desenlace, Candelaria atravesó muchos obstáculos, tanto a nivel personal como en el ámbito judicial.

—Esto sucedió hace siete años. ¿Quién sentís que eras vos en ese momento?

—Una chica muy divertida. Salía con mis amigos, me gustaba ir a bailar con ellos y también estudiaba. Ya estaba recibida, estudié comunicación. Ese día había salido con mis amigos de la facultad. Era más inocente que ahora, no tenía tanta conciencia de los riesgos, los desconocía, o no creía que fuera tan probable que eso te pase en un taxi. No era algo que, concretamente a mí, Candelaria, me pudiera pasar.

—¿Estabas de novia?

—Sí, estaba de novia.

—¿Con quien hoy es el papá de tus hijas?

—Sí, afortunadamente sí. Se llama Tomás.

—Se la re bancó en ese momento, ¿no?

—Sí, él fue muy importante para mí. Fue quien percibió todo lo que yo había pasado, incluso antes que yo me diera cuenta (se emociona). Él fue quien me dijo “no te bañes, esperame”. Llamó a su papá, que es médico, y él se ocupó de todo el operativo de ambulancia y los protocolos necesarios.

"Hoy convivo con mis heridas, pero aprendí a sanar desde dentro", reflexiona Candelaria Brizuela sobre su experiencia.

 

—¿Cómo arranca esa noche?

—Teníamos un preboliche con mis amigas. Tomamos fernet y después nos fuimos en distintos autos al boliche. Llegamos y había un montón de gente. Perdí a mis amigas en un momento y me fui a hacer la fila para entrar, pero me empecé a sentir mal. Quería irme a mi casa, así que me senté en la vereda y justo había una fila de taxis. Un tipo con un camperón de River se acercó y me dijo: “¿Necesitas que te lleve a tu casa?”, y yo le dije que sí. Para mí parecía re confiable, y cuando ya estábamos en viaje él vio que yo me sentía mal y me dijo: “¿Querés que te compre un agua?”, le dije que sí, bajó, me compró un agua y me la dio. Seguimos el camino hacia mi casa, hasta ahí todo perfecto, pero las últimas dos cuadras él me empieza a tocar, a manosear, a querer darme besos, y yo empecé a llorar. Cuando llegamos a la puerta de mi casa le dije que me quería bajar. Y me dijo: “Sí, está bien, pero antes te voy a llevar a otro lugar”. Y yo le dije: “No, no quiero que me lleves a ningún lugar. Me quedo acá”.

—Quiero ser muy clara en que hablamos de un hombre que sin tu consentimiento te empieza a manosear.

—Sí. Hoy lo cuento y me digo a mí misma: ¿cómo no te diste cuenta?, ¿cómo no reaccionaste? Incluso la gente me pregunta cómo no salté por la ventana o no hice tal cosa, y en ese momento la verdad es que no pude reaccionar. Aunque el alcohol probablemente jugó un papel, el shock que me agarró fue tan grande que me paralizó. Tenía mi celular, y lo único que pude hacer es llamar a Tomás, después al amigo con el que estaba Tomás, pero ninguno me contestó.

—¿En algún momento este hombre te preguntó si vos querías ir a algún otro lado con él?

—No, no solo no me preguntó, sino que le dije de forma bien clara “yo no quiero”. Explícitamente le dije: “No, no quiero. Dejame en mi casa”. Encima yo no me ubico mucho, y cuando empezó a llevarme no sabía ni dónde estaba. Realmente no dimensioné el peligro que estaba corriendo porque me compró un agua, parecía alguien bueno, hizo todo el recorrido normal, y yo no desconfié ni pensé nunca que me iba a violar.

La valentía de denunciar a su agresor impulsó el proceso judicial que llevó a la condena del culpable.

 

—Intento generarte confianza y era un psicópata.

—Sí, totalmente. Llegamos a este lugar y yo no me quería bajar del auto. Me hizo bajar igual, y pasamos por una puertita, que había una señora que le ofreció una tarifa. Yo no dije nada, me quedé muda. Pensé en filmar con mi celular, que no tenía casi espacio, pero algo llegué a filmar. Y gracias a ese archivo que grabé encontraron dónde era el lugar donde estuve. Pasamos a un cuarto bastante feo, donde él directamente me desnuda y se desnuda él. Era un señor grande. Me acuesta en la cama y me intenta violar. Se tira arriba mío. Se enojaba cuando yo me ponía a llorar. “Dale que no está pasando nada. Tranquila que yo no te hice nada”, me decía. Y cuando se tira encima mío, intenta penetrar. Me chupa toda, absolutamente toda. Yo llorando y diciendo: “No, por favor, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero”. En un momento se cansa de intentar penetrarme y que yo no lo deje, porque me resitía con todo mi cuerpo, y me dice: “Ya está, ya está, no pasó nada”. Se va al baño y hace pis con la puerta abierta. Me empiezo a cambiar, y él me dice: “Dale, tranquila que el relojito sigue corriendo”, hablándome del taxímetro.

—Un perverso.

—Sí, creo que esa es la palabra que mejor lo define. Me dice: “Tranquila que yo te voy a llevar a tu casa”, y no sé por qué pensé que me estaba pidiendo plata para llevarme. Busqué en mi billetera, y me doy cuenta que no tengo plata, entonces le dije: ‘Me robaste, me robaste’. Él me empezó a decir que no, insistía mucho en “acá no pasó nada”. Nos subimos al auto y el tipo me lleva a mi casa. En ese viaje de vuelta yo grabé un audio en la conversación con Tomás. Todos esos audios son los que después sirvieron como prueba. Y finalmente llegué a mi casa.

—¿Qué decía él en esos audios?

—Me decía “tranquila, no pasó nada, no hicimos nada”, “yo no te robé”, y yo llorando todo el tiempo. Ni bien me bajé mi novio me llamó y me dijo que me quede tal cual estaba y que enseguida venía para mi casa. Mis papás estaban de viaje. Mi suegro vino, me hizo un par de preguntas, me dio unas inyecciones y llamaron a una ambulancia que me llevó al Hospital Italiano.

—Eso fue todo la misma noche.

—Sí, a la madrugada de esa misma noche. Después supe que mi suegro me había aplicado el kit antiviolación. Confié en su saber y después ya en el en el hospital tuve que volver a contar lo que me pasó. El hospital tiene la obligación de informar ese intento de violación. Vinieron unas personas a preguntarme todo y fue muy difícil volver a relatarlo muchísimas veces.

—Estabas en shock.

—Sí, para mí había sido como una película. No asumía que eso me acaba de pasar. Después de nuevo se lo conté a las dos chicas que me tenían que revisar, al médico, al psicólogo, y así con cada persona. Antes de hacer la denuncia, ya había contado el relato seis veces mínimo. Al día siguiente fui con mi padrino a la comisaría, porque mis papás todavía no sabían nada. Los policías me dijeron que yo podía elegir no denunciar, que quedara todo ahí, que esa era mi decisión, y me explicaron que si era una falsa denuncia yo podía terminar presa.

 

 

Fuente: infobae.com
Víctima de abuso sexual: “Pensar que le podía llegar a pasar a otra chica fue lo que me impulsó a denunciarlo”

Víctima de abuso sexual: “Pensar que le podía llegar a pasar a otra chica fue lo que me impulsó a denunciarlo”

Víctima de abuso sexual: “Pensar que le podía llegar a pasar a otra chica fue lo que me impulsó a denunciarlo”

Candelaria es hoy madre de dos hijas y está casada con el novio que la acompañó al hospital luego de que, hace siete años, un taxista abusara de ella e intentara violarla. El relato de esa noche fatídica, el costo psicológico y físico de atravesar el dolor y de llevar el caso a la Justicia

Candelaria vivió el horror en primera persona. Una noche, hace siete años, se subió a un taxi para ir a su casa, y lo que pasó después le dejó una marca imposible de borrar. En diálogo con Infobae, cuenta su historia y cómo logró transformar el peor de sus recuerdos para salir adelante: un relato a corazón abierto sobre las culpas, el amor propio y la tenacidad para buscar justicia.

“Creo que cuando te pasa algo así, uno lo trabaja toda la vida, pero hoy tengo una familia, soy mamá de dos hijas, y siento que tengo otras herramientas para manejar lo que me pasó”, dice. Sabe que convive con heridas abiertas, pero aprendió a sanar de adentro hacia afuera.

Desde que compartió un video en Instagram, donde relató lo que vivió, recibió cientos de comentarios de otras mujeres, víctimas de abuso sexual, que encontraron empatía, se sintieron identificadas y acompañadas.

“Nunca tuve problema en hablar del tema, no me da vergüenza; decidí exponerlo en las redes porque sentí que podía llegar a otra gente y me parecía importante hablarlo; porque estas cosas pasan, uno cree que no, que es algo más del pasado que le pasa a otra gente, pero pasan”, expresa. Por momentos lucha con preguntas sin respuesta. El shock fue tan grande que casi no pudo reaccionar. Entender que no fue responsable fue un proceso tan o más largo que el que avanzaba en paralelo en la Justicia.

“Sé que son cosas diferentes, pero mi sensación, lo que yo sufrí, más allá de un abuso, fue una violación”, sentencia con firmeza. “No hubo penetración porque me resistí, pero lo tuve al tipo totalmente desnudo, arriba de mi cuerpo, forcejeando, intentando penetrarme”, revela con absoluta transparencia. El hombre que la agredió se declaró culpable y fue condenado, pero antes de ese desenlace, Candelaria atravesó muchos obstáculos, tanto a nivel personal como en el ámbito judicial.

—Esto sucedió hace siete años. ¿Quién sentís que eras vos en ese momento?

—Una chica muy divertida. Salía con mis amigos, me gustaba ir a bailar con ellos y también estudiaba. Ya estaba recibida, estudié comunicación. Ese día había salido con mis amigos de la facultad. Era más inocente que ahora, no tenía tanta conciencia de los riesgos, los desconocía, o no creía que fuera tan probable que eso te pase en un taxi. No era algo que, concretamente a mí, Candelaria, me pudiera pasar.

—¿Estabas de novia?

—Sí, estaba de novia.

—¿Con quien hoy es el papá de tus hijas?

—Sí, afortunadamente sí. Se llama Tomás.

—Se la re bancó en ese momento, ¿no?

—Sí, él fue muy importante para mí. Fue quien percibió todo lo que yo había pasado, incluso antes que yo me diera cuenta (se emociona). Él fue quien me dijo “no te bañes, esperame”. Llamó a su papá, que es médico, y él se ocupó de todo el operativo de ambulancia y los protocolos necesarios.

"Hoy convivo con mis heridas, pero aprendí a sanar desde dentro", reflexiona Candelaria Brizuela sobre su experiencia.

 

—¿Cómo arranca esa noche?

—Teníamos un preboliche con mis amigas. Tomamos fernet y después nos fuimos en distintos autos al boliche. Llegamos y había un montón de gente. Perdí a mis amigas en un momento y me fui a hacer la fila para entrar, pero me empecé a sentir mal. Quería irme a mi casa, así que me senté en la vereda y justo había una fila de taxis. Un tipo con un camperón de River se acercó y me dijo: “¿Necesitas que te lleve a tu casa?”, y yo le dije que sí. Para mí parecía re confiable, y cuando ya estábamos en viaje él vio que yo me sentía mal y me dijo: “¿Querés que te compre un agua?”, le dije que sí, bajó, me compró un agua y me la dio. Seguimos el camino hacia mi casa, hasta ahí todo perfecto, pero las últimas dos cuadras él me empieza a tocar, a manosear, a querer darme besos, y yo empecé a llorar. Cuando llegamos a la puerta de mi casa le dije que me quería bajar. Y me dijo: “Sí, está bien, pero antes te voy a llevar a otro lugar”. Y yo le dije: “No, no quiero que me lleves a ningún lugar. Me quedo acá”.

—Quiero ser muy clara en que hablamos de un hombre que sin tu consentimiento te empieza a manosear.

—Sí. Hoy lo cuento y me digo a mí misma: ¿cómo no te diste cuenta?, ¿cómo no reaccionaste? Incluso la gente me pregunta cómo no salté por la ventana o no hice tal cosa, y en ese momento la verdad es que no pude reaccionar. Aunque el alcohol probablemente jugó un papel, el shock que me agarró fue tan grande que me paralizó. Tenía mi celular, y lo único que pude hacer es llamar a Tomás, después al amigo con el que estaba Tomás, pero ninguno me contestó.

—¿En algún momento este hombre te preguntó si vos querías ir a algún otro lado con él?

—No, no solo no me preguntó, sino que le dije de forma bien clara “yo no quiero”. Explícitamente le dije: “No, no quiero. Dejame en mi casa”. Encima yo no me ubico mucho, y cuando empezó a llevarme no sabía ni dónde estaba. Realmente no dimensioné el peligro que estaba corriendo porque me compró un agua, parecía alguien bueno, hizo todo el recorrido normal, y yo no desconfié ni pensé nunca que me iba a violar.

La valentía de denunciar a su agresor impulsó el proceso judicial que llevó a la condena del culpable.

 

—Intento generarte confianza y era un psicópata.

—Sí, totalmente. Llegamos a este lugar y yo no me quería bajar del auto. Me hizo bajar igual, y pasamos por una puertita, que había una señora que le ofreció una tarifa. Yo no dije nada, me quedé muda. Pensé en filmar con mi celular, que no tenía casi espacio, pero algo llegué a filmar. Y gracias a ese archivo que grabé encontraron dónde era el lugar donde estuve. Pasamos a un cuarto bastante feo, donde él directamente me desnuda y se desnuda él. Era un señor grande. Me acuesta en la cama y me intenta violar. Se tira arriba mío. Se enojaba cuando yo me ponía a llorar. “Dale que no está pasando nada. Tranquila que yo no te hice nada”, me decía. Y cuando se tira encima mío, intenta penetrar. Me chupa toda, absolutamente toda. Yo llorando y diciendo: “No, por favor, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero”. En un momento se cansa de intentar penetrarme y que yo no lo deje, porque me resitía con todo mi cuerpo, y me dice: “Ya está, ya está, no pasó nada”. Se va al baño y hace pis con la puerta abierta. Me empiezo a cambiar, y él me dice: “Dale, tranquila que el relojito sigue corriendo”, hablándome del taxímetro.

—Un perverso.

—Sí, creo que esa es la palabra que mejor lo define. Me dice: “Tranquila que yo te voy a llevar a tu casa”, y no sé por qué pensé que me estaba pidiendo plata para llevarme. Busqué en mi billetera, y me doy cuenta que no tengo plata, entonces le dije: ‘Me robaste, me robaste’. Él me empezó a decir que no, insistía mucho en “acá no pasó nada”. Nos subimos al auto y el tipo me lleva a mi casa. En ese viaje de vuelta yo grabé un audio en la conversación con Tomás. Todos esos audios son los que después sirvieron como prueba. Y finalmente llegué a mi casa.

—¿Qué decía él en esos audios?

—Me decía “tranquila, no pasó nada, no hicimos nada”, “yo no te robé”, y yo llorando todo el tiempo. Ni bien me bajé mi novio me llamó y me dijo que me quede tal cual estaba y que enseguida venía para mi casa. Mis papás estaban de viaje. Mi suegro vino, me hizo un par de preguntas, me dio unas inyecciones y llamaron a una ambulancia que me llevó al Hospital Italiano.

—Eso fue todo la misma noche.

—Sí, a la madrugada de esa misma noche. Después supe que mi suegro me había aplicado el kit antiviolación. Confié en su saber y después ya en el en el hospital tuve que volver a contar lo que me pasó. El hospital tiene la obligación de informar ese intento de violación. Vinieron unas personas a preguntarme todo y fue muy difícil volver a relatarlo muchísimas veces.

—Estabas en shock.

—Sí, para mí había sido como una película. No asumía que eso me acaba de pasar. Después de nuevo se lo conté a las dos chicas que me tenían que revisar, al médico, al psicólogo, y así con cada persona. Antes de hacer la denuncia, ya había contado el relato seis veces mínimo. Al día siguiente fui con mi padrino a la comisaría, porque mis papás todavía no sabían nada. Los policías me dijeron que yo podía elegir no denunciar, que quedara todo ahí, que esa era mi decisión, y me explicaron que si era una falsa denuncia yo podía terminar presa.

 

 

Fuente: infobae.com

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